MARIANNE TAYLOR
Pocos fenómenos naturales ofrecen un espectáculo más fascinante que una extensa congregación de aves salvajes. Viajemos hasta los extremos de Escocia para contemplar un acantilado que se eleva cien metros sobre el mar. En cada saliente, en cada rellano del acantilado, gran cantidad de aves marinas se amontonan, chillan o se alborotan. Pongamos, ahora, rumbo hacia el delta tropical de los Everglades, donde los árboles que rodean los incontables afluentes presentan sus copas guarnecidas de colores por las numerosas aves que nidifican en ellos: garcetas de tonos violetas, bronces y blancos, ibis de plumaje brillante y espátulas rosadas. A continuación, crucemos el Atlántico y el ecuador, hasta llegar a las zonas silvestres del desierto de Namibia, al sur del continente africano. Allí encontraremos árboles convertidos en curiosos pajares por la masiva comunidad de tejedores republicanos. Como miembros de una especie altamente social, las personas sentimos una auténtica fascinación por estas reuniones de aves y nos planteamos por qué algunas aves las realizan y otras no, cómo funcionan, etc. ¿Existen las rela