PEREZ GALDOS, BENITO
«Una pieza de literatura criminal, en el más amplio sentido, a cargo de uno de los grandes novelistas de nuestra lengua, poco posterior a la obra inaugural de Edgar Allan Poe, coetánea a la de Conan Doyle y anterior a la de Dashiell Hammett». Lorenzo Silva El 2 de julio de 1888 por la mañana, en el 2º Izquierda del número 109 de la madrileña calle de Fuencarral, la policía, alarmada por los vecinos, encontró el cuerpo sin vida de Luciana Borcino ardiendo en una habitación cerrada. Justo en el cuarto de al lado, la sirvienta, Higinia Balaguer Ostalé, dormía bajo el efecto de un narcótico acompañada por el bulldog de la propietaria. Lo estereotipado de los sospechosos la criada explotada y maltratada, y el hijo de la víctima, señorito casquivano y derrochador provocó que el asesinato fuera el centro de todas las conversaciones y llenara páginas y más páginas en todos los diarios de la época. Cuando sucedió el crimen, Benito Pérez Galdós colaboraba como corresponsal para La Prensa de Buenos Aires, y en forma de cartas dirigidas a su director, publicaría el seguimiento del caso desde su inicio hasta mayo de 1889