Pensamos la ecología como un contexto en el que las especies luchan por adaptarse y sobrevivir. Pero hay un universo de posibilidades vitales por debajo de esa idea. Invitando al pensamiento heterodoxo que ofrece la antropología ambiental, Aníbal G. Arregui nos sumerge en una dimensión «infraespecie» para demostrar que la ecología no es algo a lo que nos adaptamos, sino algo que los humanos hacemos y rehacemos desde abajo, es decir, en nuestras relaciones íntimas y cotidianas con otros organismos. El argumento, que se despliega en en relatos etnográficos entre Amazonia y Europa, reúne a delfines de río y pescadores, horticultores y selvas, jabalíes y ciudades, chamanes y científicos. No se trata de relaciones «entre especies» que compiten, sino entre sujetos singulares y creativos cuyos actos, a menudo, desbordan los esquemas explicativos de las ciencias naturales. Ante un futuro cada vez más incierto, la perspectiva infraespecie revela cómo individuos humanos y no humanos desoyen los límites de la naturaleza para, en su lugar, generar nuevas e inesperadas ecologías.