Aniello Falcone, pintor de batallas y uno de los más insignes maestros de Salvator, entró en cólera y deseo desaforado de venganza cuando los soldados españoles asesinaron a un pariente suyo. No le costó mucho reunir una partida de jóvenes intrépidos, pintores en su mayoría, a los que armó y dio el nombre de Compañía de la Muerte. Aquella sociedad hizo honor a su nombre sembrando el terror y la devastación por la ciudad de Nápoles. [...] Por la noche se reunían en casa de su jefe, a quien pintaban a la rojiza luz de las antorchas, de modo que en muy poco tiempo circularon por Nápoles y sus alrededores centenares de aquellos retratos. Se decía que Salvator Rosa, el protagonista de esta historia, había tomado parte en estas escenas sangrientas y había sido tan violento y sanguinario durante el día como aplicado a la creación pictórica durante las horas nocturnas.
En Signor Formica encontramos al más sorprendente Hoffman, uno de los padres de la literatura moderna, que nos ofrece, con su magistral prosa, una historia en la que el amor y el arte, la ironía y el humor se reúnen para construir una novela tan apasionante y divertida como inolvidable.
